martes, 15 de mayo de 2012

sábado, 5 de mayo de 2012

¿Cuántas veces crees que he muerto?. Me dirás de un modo simplón que objetivamente hablando, por lo que se observa, por lo que te enseñaron, por lo que dice la ciencia, puedes afirmar que estoy fehacientemente viva (también milagrosamente viva si se infiere de esta mezquina consideración hacia mi propia existencia) y que nuevamente estoy delirando, porque de hecho: soy una delirante. No te equivoques, amigo. Te enumeraré brevemente algunas de mis infinitas muertes: Morí cuando nací. Morí la primera vez que mi madre arrancó su pezón de mi boca y morí también con el primer cólico que atenazó mis entrañas al digerir su leche. Fue morir cuando me derrotó el sueño y me dormí. Bien muerta me sentí cuando me dejaron en la cuna. Y seguí muriendo cada vez que las miles facetas de la muerte se me presentaban como abandonos. Morí el primer día de clase cuando mi padre soltó mi mano y lo vi irse. Morí en mi menarca fantaseando con que la vida se escurría entre mis piernas. Me sentí morir la primera vez que mi amado poseyó mi intimidad. Morí, verdaderamente morí, cuando la ilusión de retener en mi vientre a cada uno de mis tres hijos se convertía en un paulatino e imparable despojo con connotaciones de parto. Morí cuando mi padre murió. Muero, y mil veces muero cuando no amo, pero mil veces más duramente muero cuando sí amo. ¿Entiendes amigo por fin por qué afirmo, transida de dolor, que soy una perennidad de muertes?.

martes, 24 de abril de 2012

miércoles, 4 de abril de 2012

martes, 27 de marzo de 2012